Socialdemocracia

La socialdemocracia es una de las corrientes ideológicas y políticas más importantes de nuestro tiempo, identificada con la socialdemocracia y, en un sentido más estricto, con la teoría y la práctica de los partidos pertenecientes a la Internacional Socialista. Además, dentro de la propia socialdemocracia existen diversas variantes nacionales y regionales de corrientes ideológicas y políticas.

Por ejemplo, los términos «socialismo», «socialismo latino» o «socialismo mediterráneo» se utilizan en relación con los partidos socialistas de Francia, Italia, España, Grecia y Portugal. Existe el modelo «escandinavo» o «sueco», el «socialismo integral» característico de Austria. Para Gran Bretaña existe el «socialismo fabiano», el «socialismo gremial», etc. La socialdemocracia es obviamente un fenómeno muy complejo y multidimensional.

Sin embargo, todas las socialdemocracias nombradas se agrupan, de un modo u otro, bajo el epígrafe general de «socialismo democrático». Sus raíces ideológicas se remontan a la Revolución Francesa y a las ideas de los utópicos sociales. Pero también ha absorbido muchos conceptos de otros movimientos ideológicos y políticos. Sin embargo, se puede argumentar que los fundamentos ideológicos de la socialdemocracia en el sentido propio de la palabra se formaron dentro del marxismo o fueron influenciados por él.

El principal impulso para la aparición e institucionalización de la socialdemocracia fue el ascenso y la influencia del movimiento obrero en el último tercio del siglo XIX y principios del XX. Surgió y se desarrolló como expresión ideológica y política del movimiento obrero.

En el siglo XX, los partidos socialdemócratas surgieron como una verdadera fuerza política, capaz de competir con los principales partidos burgueses en igualdad de condiciones. Muchos de ellos (por ejemplo, el Partido Laborista británico, el Partido Socialista francés, los partidos socialdemócratas y populares de los países escandinavos, el Partido Socialdemócrata alemán, etc.) contribuyeron sustancialmente a la formación del rostro sociopolítico del mundo moderno. La Internacional Socialista, que reunía a casi todos los partidos socialistas y socialdemócratas, desempeñó un papel importante.

Inicialmente, la socialdemocracia compartía en principio las directrices más importantes del marxismo sobre la abolición del capitalismo y la reorganización radical de la sociedad mediante la socialización de los medios de producción y el establecimiento de la dictadura del proletariado. Algunos sectores de la misma también reconocieron la vía revolucionaria propuesta por los marxistas para la abolición del capitalismo y la transición al socialismo.

En realidad, sin embargo, resultó que la socialdemocracia rechazó en general estas ideas, reconoció las instituciones sociopolíticas existentes y aceptó las reglas del juego político generalmente aceptadas. Los partidos de orientación socialdemócrata se convirtieron en partidos parlamentarios y contribuyeron significativamente a la integración del movimiento obrero en el sistema dominante. Desde esta perspectiva, toda la historia posterior de la socialdemocracia puede verse también como la historia de una retirada gradual del marxismo.

La propia práctica política social ha desempeñado un papel importante en el desarrollo de la socialdemocracia, influyendo en los políticos y estadistas para que tengan en cuenta las realidades sociohistóricas, se adapten a ellas y encuentren formas asequibles de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Las realidades de la vida convencieron a los dirigentes de los partidos socialdemócratas de que la opción revolucionaria de transición al nuevo sistema social no tenía futuro. Así surgió la teoría del socialismo democrático, orientada a la reforma gradual del sistema social y político.

Una importante contribución a la formación del programa de las nuevas corrientes ideológicas y políticas la hicieron los representantes del socialismo fabiano y gremial inglés, corrientes reformistas del socialismo francés. También hay que mencionar al austromarxismo, especialmente a sus principales teóricos, O. Bauer, M. Adler y K. Renner, que se opusieron activamente al bolchevismo y al leninismo.

Rechazando la vía revolucionaria de sustituir el capitalismo por el socialismo, los austromarxistas declararon al mismo tiempo el objetivo de construir una sociedad justa. Para ello partían de la tesis de que, una vez abolida la explotación del hombre por el hombre, los valores, actitudes e instituciones liberales-democráticas básicas debían conservarse intactos.

Después de la Segunda Guerra Mundial llegó una nueva fase en el destino del socialismo democrático. En 1951, la Internacional Socialista adoptó un nuevo programa de principios: la Declaración de Frankfurt. Formuló los valores básicos del socialismo democrático, que en esencia significaba el rechazo de los principios clave del marxismo.