Liberalismo

El liberalismo es la creación del pensamiento sociopolítico de la sociedad moderna y burguesa. Las raíces de la visión liberal del mundo se remontan al Renacimiento, la Reforma y la Ilustración. Pensadores como John Locke, Montesquieu, Kant, Smith, Jefferson, Constantino, Tocqueville y otros se situaron en los orígenes. La propia noción de «liberalismo» entró en el léxico sociopolítico europeo a principios del siglo XIX.

Los documentos clave en los que se han formulado las ideas y principios del liberalismo son la Declaración de Independencia de Estados Unidos (1776), la Constitución de Estados Unidos (1787) y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Expresaron de forma clara y concisa las ideas, valores y actitudes que se convirtieron en una poderosa arma contra el viejo orden.

El mérito histórico del liberalismo (más tarde llamado liberalismo clásico) y de los partidos de orientación liberal es su papel clave en la configuración de las ideas y teorías fundamentales de los derechos y libertades individuales, la soberanía popular, el individualismo y los principios e instituciones del sistema político moderno, como el parlamentarismo, la separación de poderes y el Estado de Derecho. Estas ideas y actitudes han desempeñado un papel decisivo en la formación de la sociedad capitalista, la economía de mercado y la democracia política.

El liberalismo es un sistema de ideas muy flexible y dinámico, abierto a la influencia de otras corrientes, sensible a los cambios de la vida social y modificable a las nuevas realidades.

Los partidarios del liberalismo clásico entendían la libertad principalmente en un sentido negativo, es decir, en el sentido de la libertad del control y la tutela política y social por parte de la Iglesia y el Estado. El liberalismo clásico declaró nula toda forma de poder hereditario y de privilegios de clase, y puso en primer lugar la libertad y las capacidades naturales del individuo como ser independiente y racional. Los ideólogos del liberalismo afirmaron sistemáticamente el derecho de toda persona a la vida, la libertad y la propiedad privada.

Un componente importante del liberalismo es el principio del pluralismo, es decir, el reconocimiento de la diversidad de intereses sociales y políticos, y la igualdad de derechos de las diferentes clases, grupos, culturas, religiones, partidos políticos y organizaciones para participar en la vida política y defender sus demandas.

Todos estos planteamientos y principios se plasmaron en la igualdad legislada de todos ante la ley, en las ideas del «Estado de vigilancia nocturna» y del Estado de Derecho, la democracia y el parlamentarismo.

A finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, en una situación en la que se estaba formando un capitalismo corporativo o estatal, quedó claro que el juego libre y sin trabas de las fuerzas del mercado no garantizaba en absoluto la armonía y la justicia social como se suponía. No es de extrañar, por tanto, que un nutrido grupo de economistas políticos, sociólogos, politólogos y políticos propusieran reconsiderar los principios esenciales del liberalismo clásico y aplicar reformas destinadas a limitar la arbitrariedad empresarial y a aliviar la situación de los más desfavorecidos.

J. Gobson, T. Green, L. Hobhouse (Gran Bretaña), el sacerdote protestante y publicista F. Nauman, los economistas W. Repke, W. Eicken (Alemania), B. Croce (Italia), L. Ward, J. Crowley, C. Beard, J. Dyoi (EE.UU.) y otros desempeñaron un importante papel en esta dirección. Formularon una serie de nuevos e importantes principios del liberalismo, que se denominó «nuevo liberalismo» o «liberalismo social».

En primer lugar, se revisaron las ideas de libre mercado y libre competencia. El individualismo original inherente al liberalismo fue contrarrestado en gran medida por el reconocimiento de la importancia de lo colectivo y el papel positivo del Estado en la sociedad. Se formularon ideas para ampliar el papel regulador del Estado en la economía con el fin de hacer realidad los valores liberales originales, así como para proteger los derechos humanos y las libertades.

Para contrarrestar el concepto de Estado «guardián de la noche», se promovió el concepto de Estado del bienestar. Los programas de asistencia social para los pobres, los desempleados, los enfermos, los discapacitados, los programas de pensiones y subsidios de vejez, la intervención del Estado en los conflictos entre empresarios y trabajadores, las ayudas al sistema educativo, la asistencia sanitaria y la vivienda son fundamentales. Todas estas medidas se consideraban un medio para resolver los conflictos sociales, evitar las revoluciones y proteger el sistema existente.